MEMORIA COLECTIVA E HISTÓRICA

Desde fines de los setenta se ha extendido entre los historiadores el hábito de distinguir entre historia y memoria. Entre el saber científico de los hechos pasados, la historia entendida como un saber acumulativo con sus improntas de exhaustividad, de rigor, de control de los testimonios, de una parte; y por otra parte, la memoria de estos hechos pasados cultivada por los contemporáneos y sus descendientes. Desde entonces ha corrido mucha tinta sobre esta cuestión de escuela, pues, si desde muy pronto se ha podido plantear una distinción de conjunto entre la disciplina científica y la construcción social del recuerdo, ha sido menos fácil precisar sus inevitables relaciones.

La historia no es todo el pasado, pero tampoco es todo lo que queda del pasado. O, si se quiere, junto a una historia escrita, se encuentra una historia viva que se perpetúa o se renueva a través del tiempo. Si no fuera así, ¿tendríamos derecho a hablar de memoria colectiva? Maurice Halbwachs sostiene que la memoria colectiva es un proceso social de reconstrucción del pasado vivido y experimentado por un determinado grupo, comunidad o sociedad. Este pasado vivido es distinto a la historia, la cual se refiere más bien a la serie de fechas y eventos registrados como datos y como hechos, independientemente de si éstos han sido sentidos o experimentados por alguien. Mientras que la historia pretende dar cuenta de las transformaciones de la sociedad, la memoria colectiva insiste en asegurar la permanencia del tiempo y la homogeneidad de la vida y por ende, junto con el pasado, la identidad de ese grupo también permanece así como sus proyectos. Mientras que la historia es informativa, la memoria es comunicativa por lo que los datos empíricos no le interesan, sino que le interesan las experiencias por medio de las cuales se permite trastocar e inventar el pasado. Los grupos tienen necesidad de reconstruir permanente sus recuerdos a través de sus conversaciones, contactos, rememoraciones, efemérides, costumbres, conservación de objetos, etc., porque la memoria es la única garantía de que el grupo sigue siendo el mismo, en medio de un mundo en perpetuo movimiento.

Halbwachs distingue entre dos tipos de recuerdos que conforman la memoria colectiva: los recuerdos vividos o autobiográficos y los recuerdos históricos. Los primeros son aquellos recuerdos cuya fuente es la experiencia personal del sujeto sobre un determinado acontecimiento o período histórico. Si bien refuerzan los lazos con los participantes de ese acontecimiento, estos recuerdos tienden a desaparecer con el tiempo si no son evocados conjuntamente con otros involucrados en tales acontecimientos. Se trata de una memoria enraizada en los sujetos. Los segundos se basan en conocimientos indirectos de un hecho o momento histórico, obtenidos, por ejemplo, a través de los libros de historia u otro tipo de archivos, y se mantienen vivos por medio de conmemoraciones y actos festivos. Si los recuerdos autobiográficos o vividos tienen como base a los individuos, los recuerdos históricos tienen como agente a las instituciones, ya que son ellas la que almacenan e interpretan el pasado.

Para el historiador Jacques Le Goff, la historia vivida es nuestra realidad histórica tal y como sucedió pero también es una construcción en tanto conocimiento que deriva de la interpretación de un historiador. Ese conocimiento no es sino un interrogante que nos cuestiona en el presente y que atraviesa el pasado para respondernos.

Los materiales de la memoria colectiva y de la historia pueden presentarse bajo dos formas principales: los monumentos, herederos del pasado, y los documentos, elección del historiador. El monumento es todo lo que puede hacer volver al pasado, perpetuar el recuerdo (por ejemplo los acontecimientos escritos). Pero desde la antigüedad romana el monumentum tiende a especializarse en dos sentidos: 1) una obra de arquitectura o de escultura con fin conmemorativo: arco de triunfo, columna, trofeo, pórtico, etc.; 2) un monumento funerario destinado a transmitir el recuerdo de un campo en el que la memoria tiene un valor particular, la muerte. Las características del monumento son las de estar ligado a la capacidad -voluntaria o no- de perpetuar de las sociedades históricas (es un legado a la memoria colectiva) y de remitir a testimonios que son sólo en mínima parte testimonios escritos.

La intervención del historiador que escoge el documento, extrayéndolo del montón de datos del pasado, prefiriéndolo a otros, atribuyéndole un valor de testimonio que depende al menos en parte de la propia posición en la sociedad de su época y de su organización mental.

Hacia 1982 Pierre Nora creó el concepto de lugares de la memoria. Lo  define como aquellas realidades históricas en las que «la memoria se ha encarnado selectivamente, y que por la voluntad de los hombres o el trabajo del tiempo han permanecido como los símbolos más luminosos de aquélla: .fiestas, emblemas, monumentos y conmemoraciones, pero también elogios, diccionarios y museos»

El registro de la historia está construido con base en documentos o materiales documentales que permiten reconstituir un hecho, por lo que esta labor es siempre posterior. No se siente de inmediato, más bien, es un fenómeno acumulativo, que a través de la ciencia quiere tocar una forma de verdad, aun si no es “la” verdad. Nadie puede decir, por ejemplo, que el 14 de julio no se tomó la Bastilla, porque tenemos pruebas de ello. En cambio, la memoria es por completo otra cosa: es afectiva, psicológica, emotiva; en un principio es individual, a diferencia de la historia. La memoria, además, es extremadamente voluble, juega muchos papeles y no tiene pasado, ya que por definición es un pasado siempre presente.

 

LE GOFF J. “El orden de la memoria: el tiempo como imaginario” Ed. Paidos

Halbwachs, M. “La mémoire collective”. París

Nora, P. “Les lieux de mémoire”. Paris: Gallimard.

 

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Profesora Natalia Jawad

    

 

 

 

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